L’educadora i l’educador social a Catalunya
Resumo:
En la formación de los educadores, por ser un campo nuevo, se hace necesario reflexionar sobre lo que la práctica educativa comporta, sin miedos ni vergüenzas a no cumplir algunos referentes conceptuales que nos han impuesto sabios de ocasión, o teóricos sin ninguna práctica, o sea vacíos. Pero por eso hay que aceptar que todo lo que pasa a los educadores en su relación educativa difícilmente puede ser incluido en el paradigma científico que nos obliga que las cosas que descubrimos puedan ser generalizables y que los conceptos puedan ser universales. Querer ir por este camino nos lleva a privilegiar el rigor científico (las servidumbres de la ciencia, me decía el autor del trabajo que se presenta), haciéndonos olvidar, e incluso impidiéndonos, ver todo lo que nos deja en la duda y por lo tanto en el conflicto que es inherente a la práctica educativa en la educación social. Puesto que ésta (como decía J. Brichaux, compañero de Foro en el último congreso de la Asociación Internacional de Educadores Sociales, AIEJI) es única, en el sentido que difícilmente será aplicable a otra situación y menos todavía hacer inferencias; multidimensional, en el sentido que cuando se interviene en un usuario también se está actuando sobre toda la familia y el entorno, que la acción educativa actúa sobre aquello psicológico y aquello sociológico; simultánea, en el sentido que la acción que se hace sobre uno tiene efecto sobre otros que están cerca y también sobre el grupo; de urgencia, en el sentido que el educador difícilmente tiene tiempo inmediatamente antes y después de la acción educativa para pensar, que la acción sobre los hechos cotidianos genera una dinámica de trabajar sobre el momento y que sólo es posible una reflexión posterior; e incierta, en el sentido que los acontecimientos pueden cambiar repentinamente por causas mucho diversas, por lo cual se hace difícil saber moverse correctamente.
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